Si estás buscando un lugar paradisíaco donde vivir o vacacionar, y además de belleza buscas calidad de vida, podrías encontrarla en las Islas Vírgenes Británicas (BVI, en inglés). Ellos tienen la mejor calidad de vida en el Caribe y América Central, según un reporte de Caribbean & Central American Countries of the Future 2011/12 de fDi Intelligence, una división de Financial Times.
¿Cómo se mide la calidad de vida de un lugar? Por sus buenas tasas de promedio de vida, bajo desempleo, matricula de escuela secundaria, producto doméstico bruto per cápita, criminalidad y mortalidad infantil. Así que ya sabes cuáles son sus mayores atractivos. Pero además estas diminutas joyas caribeñas son famosas por sus playas de aguas cristalinas, su ambiente relax y las hospederías de todo nivel, la mayoría de gran lujo y exclusividad.
Estas islas, a unos 80 kilómetros al este de Puerto Rico, son famosas por su radiante sol y ambiente playero todo el año pero también son apetecibles para inversionistas: quedaron en séptimo lugar entre los 10 países más atractivos en la región para inversión directa extranjera. El grupo tiene más de 60 islas y cayos y las principales son Tortola, Virgen Gorda, Anegada y Jost Van Dyke. La capital es Road Town, en Tortola, y aunque pertenecen al Reino Unido utilizan el dólar norteamericano como su moneda oficial.
Las BVI han permanecido como un paraíso de tesoros naturales sin hoteles de gran altura, casinos, ni muchedumbres y se conocen como “la capital del deporte de vela del mundo”, idóneas para deportes acuáticos. Una actividad común es la visita entre una isla y otra, lo que puedes hacer navegando sin problemas excelente clima todo el año.
Algunas líneas de barcos de lujo pequeños como Seabourn tienen varias de estas islas en su itinerario. Usualmente llegan a aguas cercanas y trasladan a los viajeros en pequeñas embarcaciones. Pero además si eres más exclusivo puedes llegar en grande alquilando un lujoso yate privado, con o sin tripulación. Ver esa cantidad de pequeñas embarcaciones, anclados cerca de las islitas, es todo un espectáculo.
Los ciudadanos estadounidenses y europeos no requieren visa para visitarlas, solo pasaporte válido.
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Como rico y famoso. Así te sentirás a bordo de los ultra lujosos barcos de Seabourn. Tuvimos la experiencia de navegar por el Caribe en el Seabourn Legend y alli nos ofrecieron un servicio insuperable, uno de los mejores que hemos recibido en altamar.
Aunque todo el viaje es para recordar, fue a punto de terminar la idílica travesía cuando tuvimos el punto culminante: un BBQ en el paraíso. Anton Winkler un austriaco que es el Hotel Manager del barco, acertó al decir que sería inolvidable. Era en Prickly Pear, un islote cercano a Anguila que forma parte del sistema de parques de las Islas Vírgenes Británicas.
Al llegar al minúsculo punto en el mapa una vista paradisíaca: yates por doquier, bungalows entre colinas y justo a la izquierda de nuestro barco una islita privada como de película: Prickly Pear, que estaba deshabitada, solo esperándonos. Allí llegamos en un par de minutos en los tenders o pequeños botes.
Un par de sandalias, gafas, bata playera, traje de baño y bloqueador solar, acompañados de un libro serán suficientes para pasarla bien. En Seabourn se encargan del resto. Te ofrecen desde toallas hasta bloqueador solar, por si olvidas el tuyo. Vinos, cervezas y champán ilimitados son parte del sabroso día playero.
¿Lo mejor del día? Cuando el silencio de la isla se rompe con la ruidosa sirena de un botecito en el que llega parte del personal del barco trayendo caviar y champán, para un brindis como nunca habrás experimentado. A tono con la playa usan sus pantalones cortos, pero usan guantes y su mejor sonrisa, dos de los accesorios que nunca faltan a bordo.
Pero hay mucho más: varios chapuzones en las aguas tibias y cristalinas, snórkel, juegos playeros como voleibol y deportes como botes de vela o banana boats y kayacks, todos gratis. Si después de eso necesitas estar más relax, te dan hasta un masaje en la playa, aunque esto sí tiene costo adicional.
Como después de todo fuimos a una barbacoa, te digo que el menú incluía exquisitas langosta, camarones a la parrilla, variedad de pescados, costillas, pollos, ensaladas y postres. ¿Es o no un BBQ fuera de serie?
Lo que empieza bien termina bien. Eso se cumplió a cabalidad en el divino viaje en el Seabourn Legend que nos llevó a navegar por aguas caribeñas. Saliendo y regresando de St. Thomas, el recorrido nos permitió recorrer algunas maravillosas islitas con un sol radiante y un calor que invita a zambullirte en sus playas. Visitamos entre otras la siempre chic St. Barths, o San Bartolomé, como la conocemos en español y la idílica Prickly Pear, que estuvo exclusivamente dedicada a los viajeros de este barco. Además hicimos paradas en Marigot, St. Maarten; Basseterre, la capital de St. Kitts y St. John, en Antigua.
No obstante las bondades de las islas, lo mejor de este viaje se quedó en el interior del barco. De guantes blancos nos recibieron al abordar, y así transcurrió una semana con una atención insuperable. En Seabourn no escatimaron en detalles para hacernos sentir bien. En el barco que sólo tiene capacidad para 208 pasajeros y una tripulación internacional de 164 personass, nos llamaban por nuestro nombre casi desde el primer día.
La interacción con el personal ejecutivo de la nave se da de manera cotidiana. Contrario a barcos grandes a ellos los ve continuamente, comparten en tu mesa, hablan contigo y te hacen sentir que los conoces de siempre en un par de días. Anton Winkler, el Hotel Manager; Rico Taubert, el Maitre D que era más bien un mago que estaba en todas partes, pendiente a todos los detalles, el chef Oliver Klein, traído desde Alemania, como varios empleados del barco y David Greene, un divino “entertainment” que tiene muy bien puesto el título de Director de Crucero son todos verdaderas estrellas que hacen del viaje uno fuera de serie. Esto sin olvidar al más que manda en la embarcación, el capitán Andrew Pedder que comparte con los huéspedes frecuentemente y que nos llevó a conocer su puente de mando.
Nuestra camarera Daniela, de Rumania, no se quedó atrás. La joven la clasificamos como la mejor que hemos tenido en un barco, ¡y mira que hemos viajado! Genuina, simpática y disponible todo el tiempo, Daniela nos dejaba mensajitos personalizados todas las noches, estaba pendiente a todas nuestras necesidades y se aprendió de inmediato los cafés, té y bebidas que más nos gustaban para siempre tenerla en nuestra suite. Todos ellos junto al resto de personal son excepcionales..
Nuestra “Owner Suite” era tan cómoda que no queríamos salir de allí. Con un área enorme de sala-comedor y un gran ventanal, además de acceso a nuestro balcón privado, la suite contaba además con una cómoda habitación separada, con vista al mar y dos baños. Además de tener el bar con bebidas incluidas, como el resto de las cabinas, tenía como bono el uso ilimitado de internet gratis.
¿Qué nos gustó más? El servicio personalizado está en primer lugar, pero igualmente de fabuloso fueron la comida, toda una experiencia gastronómica de la que te contaremos detalles más adelante, así como las opciones para pasarla muy relajado y con la sensación de estar en un yate de lujo. Esto incluyendo tener una plataforma para nadar en aguas del océano sin que el barco esté en puerto, y disfrutar de actividades acuáticas gratuitas y exclusivas, entre ellas “banana boats” botes de vela y botes de pedal. Tanto en el Caribe como en otras partes del mundo, por el tamaño de estos barcos visitan puertos a los que no pueden llegar naves más grandes. Otro distintivo de estos Seabourn. El Legend desplaza 10,000 toneladas. La flota de Seabourn la completan el Seabourn Pride, Spirit, Odyssey, el Sojourn y en junio, el Seabourn Quest.
Para terminar el mismísimo capitán Pedder nos despidió justo en las escalinatas para bajar al puerto. Atrás dejamos un nuevo grupo de amigos y la certeza de que esta es una de las mejores opciones en altamar. Entre las próximas opciones de viaje están las de Europa donde tiene itinerarios espectaculares. Como siempre están incluidas todas las comidas, incluyendo las de restaurantes de especialidad, las propinas y las bebidas (como el vino) en las comidas y las cenas, bar abierto durante el día y una selección de bebidas en cabinas.