En Estocolmo, Suecia, se guarda celosamente una de las joyas de todos los tiempos de la navegación. Se trata del museo del Vasa, considerado uno de los monumentos turísticos más visitados del mundo.
El museo guarda más del 95 por ciento de la estructura original del Vasa, el único barco del siglo XVII que ha sobrevivido hasta nuestros días. Para su construcción se tomaron tantas previsiones que se suponía ese sería el barco que más daría de qué hablar en la historia. Y bien que casi lo ha logrado, aunque por razones diferentes a las que originalmente se pensó.
Ese tesoro marítimo, construido por orden del Rey Gustavo Adolfo II de Suecia, se construyó con lo que se suponía era la más alta tecnología y sofisticación de la época. El barco tenía tres palos, podía llevar hasta diez velas, medía 52 metros de la punta del palo mayor a la quilla y 69 metros de proa a popa, y pesaba 1200 toneladas. No obstante todo el esmero en su construcción, tuvo un trágico final, tan inmediato a su inauguración que ni siquiera llegó a salir del puerto.
Sólo hay que pensar que la fanfarria con que recibimos hoy a los barcos nuevos, también era usada hace cientos de años. Por eso, el puerto de Estocolmo estaba atestado de gente de pueblo, dignatarios locales y extranjeros para celebrar la partida de varios barcos de guerra reales aquel 10 de agosto de 1628. Todos tenían los ojos puestos en el Vasa, el más lujoso, poderoso y grande jamás construido, cuando de repente una repentina ráfaga de viento lo zarandeó. Aunque siguió su curso no resistió la segunda y al irse de lado, el agua comenzó a entrar haciendo que el imponente barco se hundiera ante la vista de todos. Se dice que entre 30 y 50 miembros de la tripulación se ahogaron, y aunque se intentó por
siglos rescatar el Vasa, quedó en las profundidades del mar por 333 años. Fue en el 1956 cuando se logró identificar en las profundidades del Báltico, gracias a las gestiones que inició un investigador particular y fue sacado a flote el 24 de abril de 1961, con la prensa del mundo entero presente para cubrir el importante evento. Estaba tan bien conservado que pudo flotar por sí mismo después del rescate.
Las teorías sobre lo que falló fueron varias, incluyendo la que culpa a la tripulación por ir borrachos (algo que las investigaciones descartaron), pero una de la que más fuerza tiene es la de que el barco era muy pesado, pues el Rey quería más cañones de lo que podía cargar, por lo que los constructores hicieron una superestructura muy alta, con dos cubiertas para cañones, lo que hizo que el barco no pudiera mantener su estabilidad. Pero la nave no sólo estaba cargada de cañones, sino de muebles y esculturas que la hacían ser todo un palacio flotante.
Al entrar al museo (ubicado muy cerca del lugar del hundimiento), uno se topa de plano con el barco que aún hoy fascina por su estructura gigante. Pueden verse desde el exterior los detalles y el estilo artístico alemán y holandés de finales del Renacimiento y comienzos del Barroco. En otros niveles del museo se puede ver el barco por dentro, y miles de objetos de madera, cuero, metal, y hasta ropa y calzados que fueron recuperados y tratados. Llaman la atención las esculturas, que volvieron a ubicar como estaban originalmente en el buque, y representan leones, (una gran cabeza fue el primer hallazgo que se sacó), héroes bíblicos, emperadores romanos, diablos y guerreros, todas a solicitud del Rey, que quería con ello demostrar su poderío. Además pueden verse la mesa del almirante, que estaba de pie en el camarote, las vajillas y candelabros de bronce. Como parte de la visita al museo puedes ver una película histórica que se pasa en 16 idiomas distintos.
El reto no se ha terminado, porque continúan los análisis sobre cómo preservar el barco expuesto para generaciones venideras. El museo, ubicado en la isla de Djurgården, tiene varias exposiciones, películas y una tienda. Hay excursiones del barco que lo llevan directamente a él, y debe separar al menos dos horas para visitarlo. Hay visitas guiadas en español también.
Estocolmo es una de las ciudades visitadas en los itinerarios del Báltico. Una ciudad imperdible por su historia y belleza que usualmente reciben las naves en temporada de verano.