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Plaza San Marco

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Foto Gregorio Mayí.

Con esta publicación culminamos la reseña de un viaje de ensueño por los Imperios del Mediterráneo en el Nieuw Amsterdam, de Holland America, donde vimos algunos de los destinos más bellos del planeta
Impregnados de energía luego de un itinerario espectacular, llegamos a Venecia nuestro puerto de desembarque. Como nos quedaríamos un día adicional, el desembarque fue alrededor de las 10 a.m. Luego de un suculento desayuno, bajamos a puerto donde nos esperaba personal de Holland para trasladarnos a nuestro hotel. Se hicieron cargo de las maletas y nos llevaron al taxi acuático que nos dejó en la zona del Rialto, una de las más bellas de la ciudad.
El trayecto del puerto al hotel era en sí mismo un paseo. Tremenda oportunidad para tomar videos y fotos en un recorrido de más de media hora en el que no queríamos sentarnos para aprovechar cada segundo y retratar.

El hotel Bonvecchiati Venezia escogido por Holland America, resultó comodísimo, con una amplia habitación, baño de lujo y a unos minutos de la Plaza San Marco. Fue un gran acierto pero no hubo mucho tiempo para disfrutarlo porque apenas nos registramos nos fuimos derechito a la Plaza San Marco para aprovechar que la marea no subió mucho ese día y caminar libremente. Un buen capucchino en el Café Florian y los violines de fondo no dejaban dudas que estábamos en el set de una película romántica. De fondo la Basílica de San Marco, el Palacio Ducal y los museos de la Plaza. ¡Un fin de fiesta de maravilla!

Entrada la tarde y toda la noche estuvimos en el área del Puente de Rialto, muy cerca del hotel también, donde hay docenas de restaurantes con ‘ofertas de turistas’ y puedes cenar una comida decente con aperitivos, platos principal y postre, con un par de cervezas o copas de vino por 50 euros. En la zona hay numerosas tiendas aunque cierran temprano, estaciones de góndolas y de vaporettos, estos últimos la vía de transporte más utilizada y económica. Ya en este viaje habíamos paseado en góndola, pero a los vaporettos tuvimos que dejarlos para la próxima visita, porque no había ni tiempo ni energía para más.

Con dos o tres horas de sueño solamente, esperamos a nuestro taxi acuático para ir a un recorrido de casi una hora al aeropuerto, que a las 3:00 a.m.  resultó un poco intimidante y nada romántico, contrario a lo que puede ser de día. Al llegar empezó la vuelta a la realidad, filas y filas, chequeos de seguridad y tres vuelos, uno de ellos de casi diez horas. Al llegar a casa, un cansancio impresionante pero también una sonrisa. ¡Un viaje inolvidable de principio a fin!